Por Por Rosa SULLEIRO | AFP
Karen Emiliano era un niño cuando dejó de estudiar hace 23 años. Se llamaba Jonas y le agredían por sentirse mujer. No llegaba a los 14 cuando dejó su casa y se embarcó en un viaje por Sao Paulo que le llevó a prostituirse, pero que hoy le ha devuelto a la escuela.
Como ella, otras 99 transexuales y travestis de la capital económica de Brasil reciben desde febrero una ayuda de la alcaldía de 827 reales (unos 265 dólares, una suma apenas superior al salario mínimo) por asistir a cursos de educación primaria o secundaria, de seis horas diarias durante dos años, para mejorar su educación.
En el país donde más miembros de la comunidad 'trans' son asesinados al año -fueron 602 víctimas entre 2008 y 2014, según la ONG Transgender Europe- la alcaldía de Sao Paulo invertirá 3 millones de reales (unos 962.000 dólares) en reinsertar a estas cien alumnas al mercado de trabajo.
Una operación de "rescate" social, tal y como lo definió el alcalde de la ciudad, el oficialista Fernando Haddad, durante la presentación de este programa pionero en Latinoamérica.
Como ella, otras 99 transexuales y travestis de la capital económica de Brasil reciben desde febrero una ayuda de la alcaldía de 827 reales (unos 265 dólares, una suma apenas superior al salario mínimo) por asistir a cursos de educación primaria o secundaria, de seis horas diarias durante dos años, para mejorar su educación.
En el país donde más miembros de la comunidad 'trans' son asesinados al año -fueron 602 víctimas entre 2008 y 2014, según la ONG Transgender Europe- la alcaldía de Sao Paulo invertirá 3 millones de reales (unos 962.000 dólares) en reinsertar a estas cien alumnas al mercado de trabajo.
Una operación de "rescate" social, tal y como lo definió el alcalde de la ciudad, el oficialista Fernando Haddad, durante la presentación de este programa pionero en Latinoamérica.
- Cuadrando cuentas -
Valeryah Rodriguez es rápida. Sus ojos negros enmarcados por el rimmel se mueven de un lado a otro. Le sobra tiempo para hacer la tarea de Historia y bromear con su amiga Lecca, que a su lado, se concentra por rescatar a la alumna que fue hace 30 años.
El profesor dirige con agilidad esta clase de educación primaria en una escuela para adultos de Sao Paulo. Las cinco alumnas 'trans' se mezclan con otros ocho estudiantes, la mayoría de ellos con discapacidad intelectual.
"Mi familia es evangélica, así que imagínate. Me tuve que ir de casa a los 16 años porque no aguantaba más", cuenta Valeryah, que apunta que ella nunca se ha prostituido porque es "aburridísima" para eso.
En el pupitre de al lado, Karen explica cómo las cuentas todavía no le cuadran y sigue haciendo "servicios" los fines de semana para pagar los 500 reales (unos 160 dólares) que le cuesta la pensión donde vive en el centro de Sao Paulo.
Los requisitos de admisión en el programa municipal Transcidadania, que ya tiene una lista de espera de 100 candidatos, son ser transexual o travesti, residir en Sao Paulo, estar desempleado y no haber tenido un trabajo formal durante más de tres meses en los últimos tres años.
Para recibir la ayuda económica, las alumnas no pueden sobrepasar las tres faltas de asistencia, aunque los coordinadores tratan de que ninguna deje el programa.
"En estos meses no hemos tenido apenas bajas. Sí ha habido problemas puntuales como el de una alumna que venía alcoholizada. Pese a que aún tiene el problema, conseguimos que venga a las clases sobria", cuenta orgullosa la coordinadora del programa, Symmy Larrat, que también es travesti.
- Mente de mujer -
Es la hora del cambio de clase y Michelly Romera sale del aula de inglés colocándose su gorro marrón sobre la melena rubia.
Tiene 32 años y lleva un maquillaje discreto. Con naturalidad cuenta que trabajó 16 años prostituyéndose, uno de ellos en Italia.
"Aunque la beca es un poco justa, ayuda mucho. Desde que comencé las clases, no he vuelto a la calle", afirma con media sonrisa antes de decir que su objetivo es estudiar psicología.
Dentro del aula, con un ceñido vestido negro y el cuaderno abierto espera Cristiane Mourao, que a sus 39 años ha vuelto a clase con el sueño de ser enfermera. Dejó de estudiar a los 15 porque le pegaban en la escuela y, desde entonces, ha sorteado la muerte en varias ocasiones.
Probó la calle y la dejó el día que un cliente le puso una pistola en el hombro para evitar pagarle. Aunque se siente una afortunada porque su familia siempre la comprendió.
"Desde que nací, yo soy así. He cambiado físicamente, pero nací con una mente de mujer. La verdadera mujer está en la mente, no en el cuerpo", asegura.
En la fila de atrás, Valeryah asiente con la cabeza y añade que su familia le hubiera aceptado mejor si fuera gay, nunca una transexual. Pero eso ya es pasado.
"Volver a la escuela me ha devuelto la vida. Me da muchísima felicidad pensar que me voy a insertar de nuevo en la sociedad", asegura justificando su buen humor.
"Quiero aprender español, inglés, francés, italiano... lo que sea, ¡es todo tan chic!", exclama en voz alta.
Y la clase ríe.
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