Entre los argumentos del fallo de la jueza Gabriela Seijas, que este diario difundió el jueves pasado, se mencionan como ejemplos a seguir “una docena de países que ya han modificado sus legislaciones para darles cabida a las parejas del mismo sexo”. El primero fue Holanda, país pionero en la legalización del aborto, la marihuana y la eutanasia. Allí, en 2000, el tema se debatió en el Parlamento y fue aprobado ampliamente. En otros lugares como Sudáfrica o el estado norteamericano de Massachusetts “fue el impulso judicial el que motivó los cambios en la legislación”, resalta Seijas. También se hicieron consultas populares en algunos estados de EE.UU., tanto para permitir estos matrimonios como para prohibirlos después.
Los primeros en casarse fueron dos parejas gays y una lesbiana, en 2001, en un acto al que concurrió hasta Job Cohen, el alcalde de Amsterdam. Y no por curioso. Cohen había apoyado la ley en el Parlamento. Otro de los impulsores, Boris Dittrich, actual director de Advocacy de Human Rights Watch, y por entonces uno de los diputados que impulsaron el proyecto, aseguró en su momento que “el sexo no tiene importancia en el matrimonio”.
En abril del año pasado Dittrich estuvo por estas pampas. El dirigente holandés señaló que “los pronunciamientos de la Argentina a nivel internacional son a favor de la no discriminación por la orientación sexual”. Pero aclaró que la caridad no empieza por casa. “Hay una diferencia muy grande entre esa posición internacional y la situación en el mismo país, donde noto que hay discriminación en políticas y leyes”.
Tan solo un año después de que se aprobara en Holanda, Bélgica siguió el mismo camino para aprobarlo: el trámite parlamentario. Trescientas parejas se casaron entre junio de 2003 y abril de 2004. Para 2005 el gobierno informaba que la cifra de parejas que se casaron habría ascendido a dos mil quinientas. Ese mismo año en España, uno de los bastiones católicos de Europa, el tema comenzó a discutirse. “Hubo una gran manifestación en contra cuando se aprobó la ley. El estandarte de los conservadores era: ‘la familia importa’. Nosotros salimos a la calle unos días después con un lema parecido pero mucho más incluyente: ‘Todas las familias importan’”, recordó a este diario Tony Poveda, presidente de la Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgbt).
De paso por Buenos Aires, Poveda habló en una sala del Senado donde se reunieron varios activistas invitados por el Instituto contra la Discriminación. “El proceso en Argentina es el mismo que vimos en España, sólo que acá el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene más aval que allá. Desde que se aprobó la ley, sólo hubo avances políticos y sociales, no ocurrió ninguna de las predicciones apocalípticas conservadoras que decían que iba a desaparecer la familia. Lo que conseguimos fue más protección y derechos.”
El 30 de junio de 2005, el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero se presentó en el Congreso para defender la reforma del Código Civil. Recordó que el tema había sido una de sus promesas electorales y resaltó que dos días antes, en Canadá, también se reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo. “No estamos legislando, Señorías, para gentes remotas y extrañas. Estamos ampliando las oportunidades de felicidad para nuestros vecinos, para nuestros compañeros de trabajo, para nuestros amigos y para nuestros familiares, y a la vez estamos construyendo un país más decente, porque una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros”, dijo Zapatero. Luego recitó “La familia”, un poema en el que Luis Cernuda lamentaba: “Cómo se engaña el hombre y cuán en vano/ Da reglas que prohíben y condenan”.
El presidente español aclaró a los detractores que la ley “no engendrará ningún mal, que su única consecuencia será el ahorro de sufrimiento inútil de seres humanos”. Lo que siguió fue todo un presagio: “No hemos sido los primeros, pero tengo por seguro que no seremos los últimos. Detrás vendrán otros muchos países impulsados, Señorías, por dos fuerzas imparables: la libertad y la igualdad”. Y así fue. Al año siguiente, la Corte Suprema de Sudáfrica falló a favor tal como ocurrió en Canadá, donde los jueces sentenciaron que negar este derecho constituye “una injustificable discriminación basada en la orientación sexual”. El fallo en Sudáfrica obligaba al Parlamento a rectificar en menos de un año esta decisión.
Uno de los magistrados, Albie Sachs, mencionó que “el daño intangible” a las parejas de personas del mismo sexo es más severo que las privaciones materiales. “Ellos no están autorizados a celebrar su compromiso con el otro jubilosamente en un evento público reconocido por la ley. Están obligados a vivir una vida en estado de vacío legal”, sentenció. Este año, Suecia y Noruega ampliaron el matrimonio. “En Suecia fue por el efecto dominó, ni bien salió en España nos contactaron para enterarse de todos los detalles”, reveló Poveda a Página/12.
Hay otras vías, además de la judicial y la legislativa. Es lo que pasó en California, el estado más poblado de Estados Unidos. En 2000 se hizo un plebiscito para permitir el casamiento entre personas del mismo sexo pero más del 60 por ciento estuvo en contra. En mayo del año pasado, la Corte Suprema californiana anuló la ley que prohibía estos matrimonios pero seis meses después, otro plebiscito (con las intenciones opuestas al de 2000) hizo cesar los casamientos al ganar por el 52 por ciento. “La más de una docena de países” que modificaron sus normas, tal como menciona la jueza Gabriela Seijas, se completa con aquellas naciones que aprobaron uniones civiles o declaraciones de convivencia: Dinamarca, Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza, República Checa, Eslovenia, Hungría y Uruguay. Para el español Poveda, una eventual legalización en Argentina “serviría como faro para que muchos países de la región se sumen”. El fallo fue acatado por el gobierno macrista, del kirchnerismo y el radicalismo dependerá que este fallo se haga ley en todo el país.
Los primeros en casarse fueron dos parejas gays y una lesbiana, en 2001, en un acto al que concurrió hasta Job Cohen, el alcalde de Amsterdam. Y no por curioso. Cohen había apoyado la ley en el Parlamento. Otro de los impulsores, Boris Dittrich, actual director de Advocacy de Human Rights Watch, y por entonces uno de los diputados que impulsaron el proyecto, aseguró en su momento que “el sexo no tiene importancia en el matrimonio”.
En abril del año pasado Dittrich estuvo por estas pampas. El dirigente holandés señaló que “los pronunciamientos de la Argentina a nivel internacional son a favor de la no discriminación por la orientación sexual”. Pero aclaró que la caridad no empieza por casa. “Hay una diferencia muy grande entre esa posición internacional y la situación en el mismo país, donde noto que hay discriminación en políticas y leyes”.
Tan solo un año después de que se aprobara en Holanda, Bélgica siguió el mismo camino para aprobarlo: el trámite parlamentario. Trescientas parejas se casaron entre junio de 2003 y abril de 2004. Para 2005 el gobierno informaba que la cifra de parejas que se casaron habría ascendido a dos mil quinientas. Ese mismo año en España, uno de los bastiones católicos de Europa, el tema comenzó a discutirse. “Hubo una gran manifestación en contra cuando se aprobó la ley. El estandarte de los conservadores era: ‘la familia importa’. Nosotros salimos a la calle unos días después con un lema parecido pero mucho más incluyente: ‘Todas las familias importan’”, recordó a este diario Tony Poveda, presidente de la Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgbt).
De paso por Buenos Aires, Poveda habló en una sala del Senado donde se reunieron varios activistas invitados por el Instituto contra la Discriminación. “El proceso en Argentina es el mismo que vimos en España, sólo que acá el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene más aval que allá. Desde que se aprobó la ley, sólo hubo avances políticos y sociales, no ocurrió ninguna de las predicciones apocalípticas conservadoras que decían que iba a desaparecer la familia. Lo que conseguimos fue más protección y derechos.”
El 30 de junio de 2005, el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero se presentó en el Congreso para defender la reforma del Código Civil. Recordó que el tema había sido una de sus promesas electorales y resaltó que dos días antes, en Canadá, también se reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo. “No estamos legislando, Señorías, para gentes remotas y extrañas. Estamos ampliando las oportunidades de felicidad para nuestros vecinos, para nuestros compañeros de trabajo, para nuestros amigos y para nuestros familiares, y a la vez estamos construyendo un país más decente, porque una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros”, dijo Zapatero. Luego recitó “La familia”, un poema en el que Luis Cernuda lamentaba: “Cómo se engaña el hombre y cuán en vano/ Da reglas que prohíben y condenan”.
El presidente español aclaró a los detractores que la ley “no engendrará ningún mal, que su única consecuencia será el ahorro de sufrimiento inútil de seres humanos”. Lo que siguió fue todo un presagio: “No hemos sido los primeros, pero tengo por seguro que no seremos los últimos. Detrás vendrán otros muchos países impulsados, Señorías, por dos fuerzas imparables: la libertad y la igualdad”. Y así fue. Al año siguiente, la Corte Suprema de Sudáfrica falló a favor tal como ocurrió en Canadá, donde los jueces sentenciaron que negar este derecho constituye “una injustificable discriminación basada en la orientación sexual”. El fallo en Sudáfrica obligaba al Parlamento a rectificar en menos de un año esta decisión.
Uno de los magistrados, Albie Sachs, mencionó que “el daño intangible” a las parejas de personas del mismo sexo es más severo que las privaciones materiales. “Ellos no están autorizados a celebrar su compromiso con el otro jubilosamente en un evento público reconocido por la ley. Están obligados a vivir una vida en estado de vacío legal”, sentenció. Este año, Suecia y Noruega ampliaron el matrimonio. “En Suecia fue por el efecto dominó, ni bien salió en España nos contactaron para enterarse de todos los detalles”, reveló Poveda a Página/12.
Hay otras vías, además de la judicial y la legislativa. Es lo que pasó en California, el estado más poblado de Estados Unidos. En 2000 se hizo un plebiscito para permitir el casamiento entre personas del mismo sexo pero más del 60 por ciento estuvo en contra. En mayo del año pasado, la Corte Suprema californiana anuló la ley que prohibía estos matrimonios pero seis meses después, otro plebiscito (con las intenciones opuestas al de 2000) hizo cesar los casamientos al ganar por el 52 por ciento. “La más de una docena de países” que modificaron sus normas, tal como menciona la jueza Gabriela Seijas, se completa con aquellas naciones que aprobaron uniones civiles o declaraciones de convivencia: Dinamarca, Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza, República Checa, Eslovenia, Hungría y Uruguay. Para el español Poveda, una eventual legalización en Argentina “serviría como faro para que muchos países de la región se sumen”. El fallo fue acatado por el gobierno macrista, del kirchnerismo y el radicalismo dependerá que este fallo se haga ley en todo el país.
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