sábado, 30 de enero de 2010

De silencio, de violencia y de muerte (sobre el caso de Alicia Delgado y Abencia Meza)

Pagina12 - Soy / 29 de enero de 2010

Alicia Delgado, mejor conocida en Perú como La Princesita del Folklore, apareció muerta de nueve puñaladas en junio del año pasado. Abencia Meza, La Reina de las Parranditas, su pareja siempre negada, fue acusada de instigar el crimen. Pasó seis meses presa y acaba de ser liberada. La historia de las dos cantantes peruanas desnuda el peso de la invisibilidad para las lesbianas, el ansia voyeurista de una sociedad que a la vez las niega y cómo ese cóctel contribuye a silenciar las relaciones violentas que también se dan entre mujeres.

Se llama Abencia Meza pero su linaje pertenece a una patria en donde el nombre se adquiere por fuerza del propio carácter y sobre el escenario; un nombre de guerra como el que se consigue en el campo de batalla o en el ring. Ella es La Pistolita Meza. O “la Reina de las Parranditas” y su patria es el huayno, la música más popular del Perú, una cadencia folklórica que se canta con la voz desgarrada y en la que conviven tanto los padeceres del amor y del trabajo como la
celebración de la fiesta y los tragos que la animan.

El jueves pasado, La Pistolita salió del penal de mujeres de Lima. En la puerta la esperaban sus seguidores para cantar con ella “Me tomo una cerveza”, una de las canciones que más le pedían cuando todavía recorría el país en escenarios montados en clubes y al aire libre, con espacio suficiente para que abajo se pudiera bailar a su ritmo. Había pasado seis meses presa, acusada de pagar a un hombre para que asesine a quien fuera su amor y su desvelo, Alicia Delgado. O mejor, La Princesita del Folklore, conocida desde 1975 por un huayno dolido: “El fracaso de la vida”. La Pistolita no lloró por su amor ahora en libertad, tampoco cuando fue apresada. El dolor, dijo, es algo que se guarda en el corazón, aun cuando ese gesto de recato le haya pesado en contra a la hora de la sospecha: “Sorprende también que sus rasgos psicológicos muestran que una vez conocido el deceso de Alicia Delgado no habría presentado aflicción ni dolor. También demostró frialdad y cierta liberación emocional frente a una relación sentimental conflictiva”, dijeron entonces los peritos de criminalística.

Pero el juicio popular va más allá del informe pericial y es contundente. En los foros de Internet, en los comentarios que habilitan los medios de prensa, en las llamadas a las radios La Pistolita ha ganado nuevos motes: lesbiana machona y violenta, es un buen resumen. Ella, de alguna manera, se hizo cargo de ese juicio y se desprendió de la historia de amor tantas veces afirmada como negada. En plena parranda después de su liberación recordó a La Princesita: “Le di mi amor a la
persona equivocada, te pido perdón hijo mío, por haberte dejado de lado”.

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Abencia y Alicia se conocieron en 1999. Alicia volvía de Nueva Jersey, Estados Unidos, donde había pasado largos años tratando de conquistar al público latino, a las y los peruanos expulsados de su país por falta de trabajo o cercados por el conflicto armado entre el Estado y la guerrilla campesina de Sendero Luminoso. No le había ido bien en el imperio del norte, su huayno más famoso parecía entonces una premonición. La Pistolita, en cambio, estaba empezando a trepar la
cresta del éxito popular. Todavía usaba las clásicas polleras bordadas que caracterizan a las mujeres del folklore aunque su voz sonaba más aguerrida que lastimera. La primera propuesta de Abencia fue laboral, quería representar a Alicia en las parrandas, devolverle el brillo que
había tenido antes de su exilio voluntario. Juntas fueron dinamita en los escenarios. Cantaban a dúo, coqueteaban en escena, se mostraban de la mano. Juntas fundaron una empresa dedicada a la promoción del huayno a la que llamaron Triple A (ajenas a la connotación macabra que
tiene para la Argentina) en honor a sus iniciales y a la de otra palabra que no querían confesar. Tenían propiedades en común, entre ellas una oficina sobre la que la prensa dedicada a esta farándula bautizada en Perú como Choliwood solía preguntar: “¿Pero no hay una cama en esa oficina?”, inquirió una vez el periodista Beto Ortiz, versión peruana de Jorge Rial. “Eso no te lo voy a permitir –contestó airada Alicia–, yo no voy a abrir mi intimidad, no me preguntes dónde
cuelgo mis calzones.” Es que La Princesita era la más reacia areconocer la relación que las unía y hasta era capaz de frases que evidentemente herían a La Pistolita como “a mí no me gusta el salmón, yo sólo como hot dog”. Abencia, por su parte, intentaba guardar silencio sin éxito: “Yo con ella quiero todo” ¿Todo? “Sí todo, es la mujer que me saca el sueño.” Eran una pareja visible para el ansia voyeurista pero innombrable, lo de ellas era ser simplemente amigas.

Un closet de hierro les sellaba los labios a declaraciones más llanas. Ni siquiera frente a un insistente hasta el hartazgo Jaime Bayly La Pistolita pudo decir su verdad. El escritor del flequillo eterno le había preguntado si era heterosexual, dijo que no. Si era bisexual, la respuesta fue no. Si era lesbiana, “eso Jaime, no te lo puedo decir”. A lo que Alicia retrucó: “Lo que pasa es que ella no sabe lo que es
heterosexual”.

El mandato de silencio se parecía a la locura. A una forma de la locura que deja cicatrices. Aunque entre ellas las cicatrices no fueron solo simbólicas.

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La marca más contundente se vio sobre el cuerpo de Alicia Delgado, aun antes de las nueve puñaladas fatales que se contaron en la morgue judicial en junio del año pasado. Un moretón azul sobre su rodilla se reprodujo en cientos de escenas de televisión y en las revistas Choliwood. El título era siempre el mismo: “Mujer contra mujer”. La denuncia por lesiones se radicó en la comisaría de La Molina, el barrio limeño donde las dos vivieron juntas, aunque ya la relación estaba dañada –“La dejé, sí, la dejé”, dijo Delgado en un segundo encuentro con Bayly vestida con el traje típico del folklore peruano–.

Sin embargo esa misma tarde, después de la denuncia, las dos se mostraron juntas en un programa de televisión. El guión que representaron describe perfectamente el círculo de la violencia de género, aunque en este caso se trate de dos mujeres. Frente a cámara, Abencia reconoció haberle “pegado dos cachetadas a la señora”. Alicia se hizo cargo de que de alguna manera la había provocado: “Es que unas amigas me convidaron un traguito y como tengo cabecita de pollo ya no pude volver. Las dos nos reclamamos y nos pegamos”. La Princesita dijo
haber perdonado a la reina de las parranditas. Ella, por su parte, pidió que ya no le pregunten por el episodio violento: “Lo que pasó queda entre las dos, son cosas de dos, de la casa”. La pareja que no terminaba de decir nunca que era pareja silenciaba bajo dos candados lo que nunca llega a verse y tratarse como tal, que el círculo de la violencia no es exclusivo de las parejas heterosexuales.

Fabiana Tron, activista lesbiana y una de las iniciadoras del programa de prevención y atención de la violencia entre lesbianas en Argentina, “Desalambrando. Para salir del segundo closet”, asegura que “medir la incidencia de relaciones de maltrato es una tarea difícil, casi imposible, entre otras cosas por el problema de la invisibilidad que impide que se puedan sacar muestras representativas”. Frente a unalista de diez situaciones que son tenidas en cuenta para diagnosticaruna relación de maltrato, casi 8 de cada 10 lesbianas encuestadas enla marcha del orgullo de Buenos Aires en 2004, las reconocieron comopropias. Son situaciones que van desde hacer cosas que saben quehieren a la compañera intencionalmente, hasta golpes, empujones, patadas o trompadas.

Entre Abencia y Alicia, la violencia era más que evidente, sin embargo para la prensa que metía tanto como podía el dedo en la llaga, los golpes no eran más que puestas en escena, lo que se buscaba era la reconciliación en cámara e incluso la “confesión” de su relación sentimental. Todo lo demás quedó obturado hasta que fue demasiado tarde.

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¿Cuánto importa que fueran o no fueran pareja a lo largo de ocho años estas mujeres del folklore peruano? ¿Es sólo el chusmerío lo que alienta la pregunta? ¿Es escribir en el agua pensar que si no existieran tantos prejuicios el descenlace podría haber sido distinto?O al menos se hubieran hecho visibles de otra manera las ansias de control La Pistolita sobre Alicia, de las que ahora hablan las amigas de las dos tanto como confirman que eran una pareja amorosa, aunque cruzada por los celos y la violencia. Lo cierto es que el closet en el que vivían a pesar de hacer públicas sus peleas y reconciliaciones, las ambigüedades y los gestos de cariño construían una enorme sospecha. “Hace algún tiempo, la cantante Abencia Meza fue señalada como lesbiana debido a sus maneras rudas, su costumbre de vestir ropa de varón y, sobre todo, por su íntima amistad con otra mujer, de nombre Alicia Delgado. Ella (Meza) lo aceptó y lo negó en distintas oportunidades, al punto que la verdad sobre su orientación sexual ha permanecido sin ser aclarada desde entonces, aunque la situación ha servido para que, de tiempo en tiempo, Abencia vuelva a ser motivo de grandes titulares”, escribió el periodista Jorge Alberto Chávez en la revista Diario de Lima Gay. A ellas se les pedía que hablen, que digan qué las unía, que se hicieran cargo sin medir cuál es el grado de hostilidad –y también de voyeurismo– que tendrían que soportar. Sólo después de la aparición del cadáver de Alicia dentro de su departamento, con una correa al cuello y nueve heridas de arma blanca, Abencia apareció con gesto cansino reconociendo que a su celular también llegaban amenazas, la tildaban de machorra, de lesbiana perversa, de enferma, le decían que deje en paz a La Princesita. Tal vez era ese cansancio de la media lengua lo que leyeron los peritos en el informe que realizaron cuando la detuvieron y que hablaba de cierta“liberación emocional frente al final de una relación sentimental conflictiva”.

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Abencia no fue la autora material del homicidio de Alicia Delgado. El que empuñó el arma es un ex coronel que oficiaba de chofer de La Princesita que relató con crueldad cada movimiento realizado esa tarde de junio en que la mató. Claro que dijo que lo hizo por encargo de La Pistolita. Y ella calza justo en el estereotipo de la mujer (la lesbiana) despechada. Un estereotipo que suele tentar a los representantes del Poder Judicial. Aquí en Buenos Aires, en 2007, hubo un caso emblemático de lo que significa “calzar en el molde”. Unos días después de haber hallado asesinada a la odontóloga Mariela Frydman en su departamento de Núñez, la hija del portero del edificio, María José Muñoz, fue detenida. La fiscalía hablaba de “móviles pasionales” ya que no habían robado más que un celular. Y Muñoz, además de ser lesbiana, tenía pasión por los celulares. “Yo no voy a cambiar, aunque me hayan metido en cana por portación de cara. Sí, soy
lesbiana. Algunas chicas me dicen Leo y a veces parezco un varón, pero esas no son razones para que me conviertan en asesina”, dijo María José cuando la liberaron por falta de pruebas pocos días después de haber sido detenida.

En el caso de Abencia, sin embargo, pesan los antecedentes de violencia. Pesan tanto como la mirada social que interpone el prejuicio como una barrera casi infranqueable. De La Pistolita no se puede ver más que su despecho. De Alicia, es difícil ver más allá de su ansia por demostrar que sólo la unía la amistad a Abencia, que era heterosexual que los hombres “me encantan”. “Abencia era terriblemente celosa y siempre le pegaba. Una vez hasta la dejó coja a la pobre Alicia, al punto que fue necesario internarla en una clínica donde permaneció por dos días. Alicia nunca dijo nada por evitar el escándalo y porque la quería mucho”, graficó el peso del silencio su amiga Totita Cruz, también cantante de huaynos. Pero también habló María Velázquez, La Mecánica del Folklore, para decir que los celos también venían de parte de Alicia, que hasta le había confiscado los celulares porque recibía mensajes amorosos de una limeña radicada en Buenos Aires que visitó a Abencia en la cárcel en los últimos seis meses.

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Muchas historias se cruzan en la historia de estas dos mujeres. Por alguna razón –evidente razón– hasta el asesino material y su descripción detallada del homicidio ha perdido protagonismo. Sólo quedan ellas, sólo queda su intimidad ahora despanzurrada como un peluche viejo. Pedro Mamanchura, el asesino confeso, prepara un libro con los detalles de la relación entre La Pistolita y La Princesita del Folklore. Allí, dice, va a contar toda la verdad de lo que pasó entre ellas. El 3 de febrero, además, saldrá a la luz otro libro, editado por Planeta, del periodista Carlos Chávez Toro. Este libro, ¿Quién mató a Alicia Delgado?, empieza –dice el autor– con el detalle de la relación sexual entre Alicia y su novio, el arpista de 25 años Miguel Salas. “Porque esta era la verdad de La Princesita, ella estaba buscando una relación sana.” Y la televisión no quiere perderse la tajada que promete arrancarle a la sed de culebrón que deja en el ambiente esta historia de amor roto por el silencio y la violencia. Ya se está preparando una miniserie que contará los ocho años de sociedad entre las cantantes de huaynos y el peor final imaginable.

Alicia ya no puede hablar ni callarse. Ella es la víctima de todas las historias cruzadas, de las interpretaciones, del ansia de intimidad develada. La última vez que se subió a un escenario cantó una canción que había compuesto hace poco y que la acompañó en su sepelio: “Adiós, adiós... con mucha pena me despido.., mis canciones quedarán grabadas para que algún día te acuerdes de mí”.

Sea cual sea el final del juicio que todavía sigue abierto contra La Pistolita –el juicio popular ya está emitido– es difícil que ella vuelva a cantar ese huayno pegadizo con que abría los shows que las dos mujeres brindaban juntas: “Has cambiado mi vida”. Pero aun así, cuando esas estrofas también se llamen a silencio, su vida habrá
cambiado, irremediablemente.

Informe: Irene Ocampo

viernes, 29 de enero de 2010

10 razones por las que el matrimonio gay debería ser ilegal

1 – Ser gay no es natural. Los hombres de verdad siempre rechazan las cosas antinaturales, como las gafas de Sol, el polyester o el aire acondicionado.

2 – Permitir el matrimonio gay animará a más gente a hacerse gay, de la misma forma que si sales siempre con gente alta acabas siendo alto.

3 – Legalizar el matrimonio gay llevará a montones de comportamientos extraños. Por ejemplo, la gente querrá casarse con sus perros porque un perro puede firmar un contrato matrimonial.

4 – El matrimonio heterosexual ha estado aquí siempre y no ha cambiado en todo este tiempo del mismo modo en que no lo han hecho los principios con los que se fundó esta nación: las mujeres son nuestra propiedad, los negros no se pueden casar con los blancos y el divorcio es ilegal.

5 – El matrimonio heterosexual perderá todo su encanto si se permite el homosexual. La santidad de bodas como el matrimonio de Britney Spears durante 55 horas sólo por diversión sería destrozada.

6 – Los matrimonios heterosexuales son válidos porque producen niños. Las parejas gays, infértiles o viejas no pueden casarse porque nuestros orfanatos aún no están llenos y necesitamos más niños.

7 – Obviamente, padres gays engendrarán hijos gays. Eso se puede demostrar viendo cómo padres heterosexuales engendran hijos heterosexuales siempre.

8 – El matrimonio gay no está respaldado por la religión. En una teocracia como la nuestra, los valores de la religión se imponen en toda la comunidad. Por ello es por lo que en EEUU hay una sola religión.

9 – Los niños no pueden llegar a nada sin la figura de un padre y una madre. Por eso es por lo que prohibimos madres y padres solteros.

10 – El matrimonio gay cambiará los cánones de la sociedad, y no podremos adaptarnos a los cambios. De la misma forma que no nos pudimos adaptar a los coches, la industria terciaria o el aumento de la esperanza de vida.


Tomado de: http://www.webmaniacos.com/10-razones-por-las-que-el-matrimonio-gay-deberia-ser-ilegal/

viernes, 15 de enero de 2010

El argumento moral y constitucional a favor del matrimonio gay


por Robert Levy Fuente: Cato Institute

Luego de amargas derrotas en California, Maine y Nueva York, la comunidad gay y lesbiana tiene una victoria qué celebrar este año. New Hampshire se ha unido a otros cuatro estados —Connecticut, Iowa, Massachussets y Vermont— en legalizar el matrimonio gay. Y la capital de la nación también está pronta a hacerlo. El alcalde de Washington DC, Adrian Fenty, lo puso de esta manera: “La desigualdad en el matrimonio es una cuestión de derechos civiles, política, social, moral y religiosa”. Cubrió todas las bases menos una: También es una cuestión constitucional.

Thomas Jefferson estableció en la Declaración de Independencia: “[P]ara asegurar estos Derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres”. El principal propósito del Estado es proteger los derechos individuales y prevenir que unas personas les hagan daño a otras. Los heterosexuales no deberían ser tratados de manera preferencial cuando el Estado juega ese papel. Y nadie es perjudicado por la unión de dos personas que voluntariamente son homosexuales.

Durante gran parte de la historia Occidental, el matrimonio era una cuestión de contratos privados entre los individuos que se casaban y quizá sus familias. Siguiendo esa tradición, el matrimonio hoy en día debería ser un acuerdo privado, requiriendo una intervención mínima, o nula, del Estado. Algunas instituciones religiosas o seculares reconocerían el matrimonio homosexual; otras no; otros lo catalogarían como “sociedad doméstica” o le asignarían otra etiqueta. Únase al grupo que le parezca. Los derechos y responsabilidades de los socios serían gobernados por contratos personales —negociaciones consensuadas como aquellas que controlan casi todas las demás interacciones en una sociedad libre.

Lamentablemente, el Estado ha intervenido, estableciendo más de 1.000 leyes federales que tratan principalmente con los impuestos o las transferencias de pagos, y una innumerable cantidad de leyes a nivel estatal que tratan con asuntos tales como la custodia de un niño, y derechos de herencia y propiedad. Cada vez que el Estado impone obligaciones o dispensa beneficios, no puede “negar a otra persona que se encuentre dentro de sus límites jurisdiccionales la misma protección de las leyes”. Esa provisión está explícita en la catorceava enmienda de la Constitución de EE.UU., es aplicable a todos los estados, y está implícita en la quinta enmienda, aplicable al gobierno federal.

Por supuesto, el Estado discrimina a ciudadanos todo el tiempo. En los años veinte, 38 estados prohibían que los blancos se casaran con negros y ciertos asiáticos. Hasta 1954, a todos los estados se les permitía tener escuelas segregadas. Afortunadamente, la Corte Suprema invalidó las restricciones al matrimonio interracial y la segregación de escuelas. La Corte aplicó el texto sencillo de la Cláusula de Protección Igualitaria a pesar de prácticas contrarias por parte de los estados durante muchos años incluso después de que la catorceava enmienda fuese aprobada en 1868.

Para superar el filtro constitucional, la discriminación racial debía sobrevivir el “escrutinio estricto” de las cortes. El Estado tenía que demostrar una necesidad convincente de esas regulaciones, mostrar que serían efectivas y que tenían que diseñar las reglas de manera que tuvieran el menor impacto posible. Ese mismo régimen debería ser aplicado cuando el Estado discrimina en base a la preferencia sexual.

Ninguna razón convincente ha sido ofrecida para sancionar el matrimonio heterosexual pero no el homosexual. Tampoco es la prohibición del matrimonio homosexual una medida para lograr los objetivos citados por los que proponen tales prohibiciones. Si el objetivo, por ejemplo, es fortalecer la institución del matrimonio, una medida más efectiva sería la de prohibir los divorcios sin responsabilidades y la co-habitación prematrimonial. Si el objetivo es asegurar la procreación, entonces a las parejas infértiles y mayores de edad no se les debería permitir casarse.

En cambio, muchos estados han implementado un sistema irracional e injusto que provee considerables beneficios a los heterosexuales recién casados mientras que les niegan esos beneficios a las parejas de hombres o de mujeres que han disfrutado de una relación amorosa, comprometida, leal y mutuamente fortalecedora a lo largo de varias décadas. No debería ser así. Los beneficios gubernamentales producto de un matrimonio pudieron haberse alcanzado de la misma manera mediante otros criterios objetivos, dejando la definición del matrimonio en las manos de instituciones privadas.

Por ejemplo, el Comité del Senado para Seguridad Interna y Asuntos del Gobierno recientemente votó a favor de extender los beneficios laborales a las parejas homosexuales de los empleados federales. El criterio que los hace aptos para recibir los beneficios, el cual también se podría aplicar a las parejas heterosexuales, es una declaración identificando al socio doméstico y certificando que se pretende que la sociedad sea exclusiva y permanente, que vivan en la misma residencia, con responsabilidades compartidas.

De igual manera, algunos estados dispensan beneficios para parejas homosexuales unidas en uniones civiles predefinidas. Incluso los empleadores del sector privado están cada vez más ofreciendo beneficios “maritales” para parejas homosexuales. De acuerdo a la Oficina Federal de Administración de Personal, alrededor del 60% de las 500 empresas en la lista de la revista Fortune confieren beneficios para los compañeros domésticos.

Aún así, nuestros políticos, no dispuestos a privatizar el matrimonio, parecen estar imposibilitados genéticamente para apartarse de nuestras relaciones más íntimas. Uno esperaría que en los próximos meses o años, legisladores federales y a nivel de estado más sabios tengan el coraje y la decencia de oponerse a restricciones basadas en la orientación sexual moralmente detestables y constitucionalmente sospechosas. Las parejas homosexuales tienen derecho a los mismos derechos legales y el mismo respeto y dignidad que tienen todos los estadounidenses.

miércoles, 13 de enero de 2010

El matrimonio gay : un derecho reconocido desde la "derecha" y la "izquierda"

Un viejo abogado conservador, ex funcionario de Reagan y Bush, argumenta por qué el matrimonio homosexual no socava, sino que promueve, los valores de la sociedad. Su alegato podría ser histórico.

Por Theodore B. Olson - Newsweek

Junto con David Boies, mi buen amigo y adversario ocasional en los tribunales, trato de persuadir a un juzgado federal de invalidar la Propuesta 8 de California —la medida aprobada por los votantes en noviembre de 2008 que revirtió el derecho constitucional en California para contraer matrimonio con una persona del mismo sexo. Mi participación en este caso generó consternación entre los conservadores. ¿Cómo es que un republicano de toda la vida, un veterano de los gobiernos de Ronald Reagan y de Bush, pudo poner en tela de juicio la definición “tradicional” del matrimonio y presionar para crear otro “nuevo” derecho constitucional?

Mi respuesta estriba en toda una vida de contacto con personas con distintos antecedentes, historias, puntos de vista y características intrínsecas, y en mi rechazo a lo que considero una percepción superficialmente atractiva, pero finalmente falsa, acerca de la Constitución y su protección de la igualdad y los derechos fundamentales.

Muchos de mis compañeros conservadores muestran una hostilidad casi innata hacia el matrimonio entre homosexuales. Esto no tiene sentido, porque las uniones entre personas del mismo sexo promueven los valores más apreciados por los conservadores. El matrimonio es uno de los bloques constitutivos básicos de la nación. En su mejor expresión, es una unión estable entre dos personas que trabajan para crear un grupo familiar cariñoso y una entidad social y económica. Alentamos a las parejas a casarse porque los compromisos que contraen les proporcionan beneficios no sólo a ellos mismos, sino también a sus familias y a sus comunidades. El hecho de que personas que resultan ser gays quieran participar en esta costumbre social tan arraigada es prueba de que los ideales conservadores disfrutan de una amplia aceptación. Los conservadores deberían celebrar esto, en vez de lamentarse.

La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo también sería un reconocimiento de los principios básicos estadounidenses, y representaría el compromiso de la nación con la igualdad de derechos.

La igualdad es un elemento central de las convicciones de liberales y conservadores por igual. El sueño que dio forma a EE. UU. comenzó con el concepto expresado en la Declaración de Independencia: “Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, y que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Por desgracia, la nación ha tardado mucho tiempo en cumplir esa promesa. En 1857, la Corte Suprema sostuvo que un afroestadounidense no podría ser ciudadano. Al final de la Guerra Civil, para hacer realidad la elusiva promesa de igualdad, la Enmienda 14 a la Constitución añadió la orden de que “ningún Estado… privará a ningún ciudadano de su vida, su libertad o su propiedad sin el debido procedimiento legal; ni negará a ningún ciudadano… la protección igualitaria de las leyes.” Las leyes y decisiones de la Corte tomadas desde entonces dejaron en claro que la igualdad bajo la ley se extiende a las personas de todas las razas, religiones y lugares de origen. ¿Qué mejor manera de completar esta aspiración nacional que aplicar la misma protección a hombres y mujeres que difieren de otros sólo por su orientación sexual?

Distintas leyes federales y estatales concedieron ciertos derechos a las parejas de homosexuales y lesbianas, pero estas protecciones varían notablemente entre distintos estados. Y casi siempre les niegan la verdadera igualdad a los homosexuales y lesbianas con deseos de casarse. La sola idea de matrimonio es básica para que sean reconocidos como iguales en la sociedad; cualquier cosa menos que esto es inferior.

La Suprema Corte de Estados Unidos ha sostenido repetidamente que el matrimonio es uno de los derechos más fundamentales. El matrimonio es una parte de la protección constitucional a la libertad, la privacidad, la sucesión, y la identificación espiritual. Sin una igualdad de derechos para contraer matrimonio, no puede haber una verdadera igualdad bajo la ley.

Es verdad que el matrimonio ha sido considerado tradicionalmente como la unión entre un hombre y una mujer. Pero aunque la Corte Suprema siempre consideró el matrimonio en ese contexto, los derechos y libertades subyacentes no se limitan de ninguna manera a los heterosexuales.

El matrimonio es un enlace civil y, en algunos casos, un sacramento religioso. Es una relación reconocida por los gobiernos, que proporciona un estatus privilegiado y respetado para recibir el apoyo de los beneficios del Estado. Cuando el estado aprueba oficialmente una relación y ha proporcionado beneficios especiales a quienes participan en ella, los tribunales de EE. UU. han insistido en que, para negar ese estatus se requieren sólidas justificaciones y no puede denegarse arbitrariamente.

Entonces, ¿cuáles son las justificaciones para la decisión de California sobre la Propuesta 8, para negar el acceso a la institución del matrimonio a algunos de sus ciudadanos?

La explicación mencionada más a menudo es la tradición. Pero el simple hecho de que algo siempre se haya hecho de una cierta forma no quiere decir que deba permanecer así. Y California y muchos otros estados permitieron a los homosexuales y lesbianas establecer sociedades domésticas con la mayoría de los derechos de los heterosexuales casados. Resulta anómalo referirse a la “tradición” como una justificación para etiquetar esas relaciones como menos dignas, aprobables o legítimas.

El segundo argumento que suelo escuchar es que el matrimonio tradicional fomenta el interés del estado en la procreación. Pero impedir que las lesbianas y los homosexuales contraigan matrimonio no hace que más heterosexuales se casen y conciban más niños. Asimismo, permitir que las lesbianas y los homosexuales se casen no hará que los heterosexuales dejen de contraer matrimonio. No averiguamos si las parejas heterosexuales pueden o quieren tener hijos antes de permitirles la boda.

Otro argumento aún menos persuasivo es que el matrimonio entre homosexuales daña en cierta forma al matrimonio heterosexual. Aún no he encontrado a nadie que pueda explicarme esto. ¿En qué forma perjudicaría a los matrimonios heterosexuales? Cuando el juez de nuestro caso le pidió a nuestro adversario que identificara las formas en que el matrimonio homosexual podría dañar al matrimonio heterosexual, respondió que no encontraba ninguna.

No existe razón por la que deberíamos negar el matrimonio a las personas del mismo sexo. Y hay muchas por las que deberíamos reconocerlas formalmente.

Sin importar lo que usted piense acerca de la homosexualidad, los homosexuales y las lesbianas son miembros de nuestras familias, clubes, y lugares de trabajo. Son nuestros médicos, maestros, soldados (lo admitamos o no), y amigos.

Conservadores y liberales deben coincidir en los principios que nos unen. Podemos convenir en el valor de las familias sólidas, las relaciones domésticas duraderas y las comunidades pobladas por personas con lazos mutuos reconocidos y admitidos. Confinar a algunos de nuestros vecinos y de nuestros amigos a un estatus fuera de la ley o de segunda clase, subvierte su sentido de pertenencia y diluye sus relaciones con el resto.

Entiendo, pero rechazo, ciertas enseñanzas religiosas que denuncian a la homosexualidad como algo moralmente erróneo, y desapruebo enfáticamente a las personas que sostienen que las relaciones entre personas del mismo sexo deberían ser desalentadas por la sociedad y la ley. La ciencia nos enseña, aun si la historia no lo ha hecho, que los homosexuales y las lesbianas no deciden ser homosexuales. En gran medida, estas características son inmutables. Y, mientras la Constitución nos garantiza la libertad de ejercer nuestras convicciones religiosas, igualmente nos prohíbe imponer nuestras creencias a la fuerza a otras personas.

Alguna vez toleramos leyes en EE. UU. que prohibían el matrimonio entre personas de diferentes razas. La Corte Suprema de California fue la primera en afirmar que esa discriminación es inconstitucional. En 1967, 20 años más tarde, la Corte Suprema llegó a un acuerdo unánime en el mismo sentido. La mayoría de los estadounidenses se enorgullecen de esta decisión. Estoy convencido de que estarán igualmente orgullosos cuando dejemos de discriminar a los homosexuales y lesbianas.

Las reacciones ante nuestra acción legal reforzaron para mí estas verdades. He oído cólera, resentimiento y hostilidad. Pero en su mayor parte, me han abrumado las expresiones de gratitud y buena fe. Particularmente, me han conmovido a muchos relatos personales sobre lo solitario y personalmente destructivo que resulta ser tratado como un paria y cuán importante será obtener el respeto de las leyes e instituciones civiles de EE. UU.

Algunas personas han sugerido que hemos presentado este caso antes de tiempo, y que ni el país ni los tribunales están "listos" para abordar este asunto y eliminar el estigma. No estamos de acuerdo. Representamos a clientes reales. Nuestras clientas lesbianas crían a cuatro buenos niños que no podrían pedir mejores padres. Nuestras clientas desean casarse. Creen que tienen ese derecho constitucional. Desean ser representadas ante los tribunales para reivindicar ese derecho. El procurador general de California ya ha concedido la inconstitucionalidad de la Propuesta 8, y la ciudad de San Francisco se unió a nuestro caso.

Invariablemente, a los ciudadanos a quienes se les niega su derecho a la igualdad se les dice que “esperen su turno” y “tengan paciencia”. Sin embargo, hay que insistir en la igualdad de derechos para acelerar la aceptación de esos derechos. En lo que se refiere a si los tribunales están "listos" para este caso, hace sólo unos cuantos años, en el caso Romer vs Evans, la Suprema Corte de EE. UU. echó abajo una enmienda constitucional adoptada popularmente en Colorado que ponía los derechos de homosexuales y lesbianas bajo la protección de las leyes antidiscriminación. Y siete años atrás, en el caso de Lawrence vs Texas, la Suprema Corte echó abajo, como carente de cualquier base racional, las cláusulas legislativas de Texas que prohibían las prácticas sexuales privadas e íntimas entre personas del mismo sexo.

Estas decisiones han generado controversia, pero son decisiones del tribunal más alto de la nación, en el que nuestras clientas merecen confiar. Si todos los ciudadanos tienen el derecho constitucional de contraer matrimonio, si las leyes estatales que niegan la protección legal a los homosexuales y las lesbianas como clase son inconstitucionales, y si la conducta sexual privada e íntima entre personas del mismo sexo está protegida por la Constitución, hay muy pocos elementos en los que pueden apoyarse los adversarios al matrimonio entre personas del mismo sexo. La Propuesta 8 de California es particularmente vulnerable a la controversia constitucional, porque ese estado ha promulgado un insensato conjunto de reglas para el matrimonio que no tiene sentido para nadie. California reconoce el matrimonio entre una mujer y un hombre, incluso entre personas condenadas a muerte, abusadores de niños y cónyuges golpeadores. Al mismo tiempo, California prohíbe el matrimonio entre parejas estables y amorosas del mismo sexo, pero trata de arreglárselas al dar la alternativa de las “sociedades domésticas” o uniones civiles con prácticamente los mismos derechos. Finalmente, California reconoce 18.000 matrimonios entre personas del mismo sexo, celebrados durante los meses en que debatía la decisión de la Corte Suprema estatal que defendía los derechos del matrimonio entre homosexuales y la decisión de los ciudadanos de California de retirar esos derechos al promulgar la Propuesta 8.

Por tanto, ahora existen tres clases de californianos: las parejas heterosexuales que pueden casarse, divorciarse y volverse a casar si lo desean; las parejas del mismo sexo que no puede casarse pero puede vivir juntas en sociedades domésticas; y las parejas del mismo sexo que ya están casadas pero que, si se divorcian, no pueden volver a casarse. Se trata de un sistema irracional, discriminatorio y que no puede perdurar

Los estadounidenses que creen en las palabras de la Declaración de Independencia, en el discurso de Gettysburg de Lincoln, en la Enmienda 14, y en las garantías constitucionales de igualdad de protección y dignidad ante la ley no pueden mantenerse insensibles mientras continúe este agravio. No se trata de un tema conservador o liberal: es un tema estadounidense, y es tiempo de que los ciudadanos de este país lo adopten.

viernes, 8 de enero de 2010

Sudáfrica, un oasis de tolerancia en un continente homófobico

Por Fran Blandy (AFP)

Matuba Mahlatjie es africano, homosexual y tiene un marido: tiene la suerte de vivir en Sudáfrica, un enclave liberal en un continente donde la norma es más bien la represión de los homosexuales.

"En mi familia, siempre me sentí bien y nunca tuve que esconderme", relata Matuba, que proclama en su página personal en internet: "Estoy orgulloso de ser homo".

Una posición que es posible por la Constitución sudafricana, adoptada hace dos años después de las primeras elecciones multirraciales de 1994, que prohíbe toda discriminación por criterios de orientación sexual.

El país legalizó en 2006 las uniones entre personas del mismo sexo y todos los años carnavales homosexuales animan las calles de Johannesburgo y de Ciudad del Cabo, localidades muy apreciadas por la comunidad homosexual por sus cabarets y bares reservados.

A unos miles de kilómetros de allí, en Malaui, una pareja de homosexuales está encarcelada desde hace más de una semana, por haber proclamado abiertamente su homosexualidad durante una ceremonia pública, para simbolizar su "matrimonio".

Acusados por "atentado a la moral", los primeros cónyuges homosexuales" de ese pequeño país conservador siguen detenidos porque, según el juez, ponerlos en libertad sería peligroso "para su seguridad".

Su caso está lejos de ser el único en el continente, donde 38 de los 53 Estados tienen leyes penalizando la homosexualidad. Y la tendencia es acrecentar la represión, como en Burundi, que acaba de crear una pena de prisión para castigar las relaciones entre personas del mismo sexo.

En Uganda, donde ya se puede condenar a los homosexuales a la reclusión perpetua, un polémico proyecto de ley prevé la pena de muerte en ciertos casos, para reprimir "la promoción de la homosexualidad" y para alentar la delación.

Hace unos quince años, el presidente de Zimbabue abrió una caja de Pandora cuando declaró que los homosexuales son "peores que los perros y los cerdos", estimó Scott Long, especialista de las cuestiones sobre la homosexualidad para la asociación Human Right Watch.

El líder zimbabuense ha aumentado los ataques homófobos para "desviar la atención de la crisis política y económica en su país", estimó Long. "Esta estrategia tuvo gran éxito y permitió reunir a grupos muy diferentes".

Otros dirigentes han seguido el mismo camino, como en Nigeria, donde la homofobia es un curioso factor de unidad entre el Norte musulmán (donde la homosexualidad es pasible de la pena de muerte) y el Sur cristiano, destacó el militante.

En comparación, Sudáfrica aparece como un oasis de tolerancia en todo el continente. Sin embargo, si el sistema legal protege los derechos de los homosexuales, las mentalidades no siempre van en acuerdo, estimó Matuba Mahlatjie, recordando que "siempre hay crímenes de odio cometidos contra gays y lesbianas".

La homofobia llega a todas las comunidades, recordó: "Se pueden encontrar blancos que son rechazados por su familia porque son homosexuales y lesbianas negras que son violadas y asesinadas por sus vecinos en una tentativa de 'curarlas'".

La ambigüedad aparece en el más alto nivel del Estado: en 2006, los diputados habían sido obligados a adoptar la ley sobre el matrimonio homosexual por la Corte Constitucional, la más alta instancia judicial del país.

En la época, Jacob Zuma -que después fue presidente del país- debió pedir disculpas por haber declarado que los matrimonios homosexuales eran "una vergüenza para la Nación y para Dios".

lunes, 4 de enero de 2010

Lo que viene después del casamiento en Ushuaia

Tras la boda de Alex Freyre y José María Di Bello, ya hay casi 40 pedidos de parejas del mismo sexo que quieren casarse. Cómo sigue la campaña. La Corte y el Congreso.

Por Soledad Vallejos- Pagina 12

Los últimos días de 2009 fueron sólo una muestra de lo que vendrá en 2010. El próximo paso será demostrar que no era capricho de unos pocos. Que querer casarse no fue el berretín de jóvenes urbanos aburridos de tan modernos, que la militancia LGTB tiene nombres, y que esos nombres son muchos, tantos como sus reclamos por la ampliación de los derechos civiles. Eso dicen desde la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (Falgtb), cuyo trabajo, realizado con el apoyo del Inadi, cerró el año celebrando la boda de Alex Freyre y José María Di Bello. “El casamiento de la primera pareja ya se concretó, y eso quita peso a la visibilidad de los demás”, repite Esteban Paulón, secretario general de la Federación, pocas horas después de que el retrato de Freyre y Di Bello recorriera el mundo anunciando la primera boda de Latinoamérica (“y el Caribe”, como gusta acotar Di Bello) entre personas del mismo sexo.
Los pedidos de amparo son sólo el comienzo. El juez Carlos Fayt adelantó que en los próximos meses la Corte Suprema de la Nación resolverá acerca de los casos de matrimonios denegados que llegaron a esa instancia. Tras la renovación de la Cámara de Diputados, los proyectos de ley que en 2009 quedaron pendientes de dictamen han renovado sus posibilidades de llegar al recinto. Por lo pronto, el presidente del bloque del FpV, Agustín Rossi, ya anunció que el matrimonio homosexual será uno de los temas que tratará el Congreso en 2010. “Nosotros pedimos tiempo para analizar el proyecto. Nunca fijamos posición contraria y estamos dispuestos a debatirlo”, declaró.
Gays y lesbianas militantes han optado por la estrategia de hacerse visibles con lo más contundente: en todo el país habrá parejas que pedirán turno para casarse en el registro civil que les corresponda; si se lo niegan, reclamarán judicialmente mediante un pedido de amparo. “La idea es conseguir una conciencia federal de la inconstitucionalidad de los impedimentos para el casamiento entre personas del mismo sexo”, explica Carolina von Opiela, la abogada de la Federación y el Inadi responsable de la estrategia legal que llevó a Freyre y Di Bello ante la jueza de paz fueguina Liliana Sosa, y cuya argumentación servirá de modelo a todos los pedidos de amparo por venir en lo inmediato. En algunos casos la demanda judicial ya fue presentada; en otros, lo será en febrero, apenas acabe la feria. En todos ellos se pueden adivinar cientos y miles de historias con marcas generacionales, sociales y familiares tan diversas como contundentes a la hora de trazar otros mapas posibles de la Argentina.
El precio del estreno
“Cuando todavía nadie hizo por primera vez algo, corrés el riesgo de ser el primero”, señala Esteban Paulón, que en sus años de militancia LGTB y trabajos en el mundo de la política observó de cerca los mecanismos mediáticos de la visibilidad y sus efectos posibles. “Si sos el primero, sos visible, perdiste –agrega–. Los medios te van a buscar hasta debajo de las baldosas.” Es algo que, a lo largo del año que terminó, han podido comprobar Freyre y Di Bello: el anuncio de su intención de casarse, su pedido de turno denegado, la comunicación de las alternativas legales de su demanda judicial, el casamiento frustrado el 1º de diciembre (con su consecuente manifestación festiva, en camión, por la ciudad) y el exitoso del 28, todo ello fue seguido y reproducido con fruición y puntualidad por medios nacionales y extranjeros. Por la calle son reconocidos; de tanto en tanto deben firmar autógrafos, menos frecuentemente soportar algún desplante de personas descontentas con la ampliación de los derechos civiles. A los recién casados, la propia militancia ejercida en primera persona los ha convertido, en algún sentido, en estrellas mediáticas. El año que despunta, seguramente María Rachid, presidenta de la Federación, y su pareja, Claudia Castro, vivirán una situación similar, cuando la Corte Suprema resuelva su pedido. “Ahora que Alex y José María ya están casados, y el que el caso de María y Claudia está en la Corte, más parejas se van a animar a presentarse”, vaticina Paulón, quien maneja datos concretos sobre el avance de la estrategia organizada desde la Federación y patrocinada por las delegaciones locales del Inadi. Los recién casados son “un éxito, y para la gente es importante sentirse parte de eso”.
Cuatro parejas en Santa Fe, tres en San Luis, tres en Chubut, dos en Santa Cruz, una en Tierra del Fuego, una en Tucumán, una en Mendoza, una en Córdoba, una en Salta; cuatro en Mar del Plata (una de ellas constituida por un varón y una trans), dos en La Plata; otras tantas en Vicente López, Olavarría, Quilmes, Lanús; al menos dos más en ciudad de Buenos Aires... Por ahora esos son los casos en tren de obtener de la Justicia respuestas similares a la que la jueza porteña Gabriela Seijas dio al pedido de Freyre y Di Bello, vale decir, fallos que, al considerar inconstitucional que una pareja no pueda casarse por no ser heterosexual, indiquen que ese matrimonio debe concretarse. La cantidad de consultas que la Federación recibe en amparos@lgtb.org.ar, además, va en aumento, explica Paulón.
–¿Este incremento de pedidos de patrocinio y consultas puede entenderse como consecuencia del caso de Freyre y Di Bello?
–Definitivamente sí. Tuvimos una primera oleada de pedidos de patrocinio y acompañamiento cuando salió el fallo de (Gabriela) Seijas. Algunos contactos llegaron por Facebook, en el grupo que armó la Federación. Ahora que el casamiento se concretó, hay más gente que se anima porque ve que es posible. Cuando nos contactan, nos dicen “nos queremos casar, queremos nuestro derecho”, pero muchos creen que con la sola presentación pueden acceder a ejercerlo.
–¿Por qué elegir este tema como bandera ahora?
–En primer lugar, porque es una agenda que a las organizaciones LGTB les interesa. Quizá no sea prioritaria, porque hay temas más urgentes, como la situación de las personas trans, pero esto tiene tanto apoyo social que interesa trabajarlo. Da visibilidad, da agenda de trabajo; hace posible que la gente referencia como actores en defensa de la diversidad a gente del colectivo, inclusive donde antes no había referencias de la causa; permite contactar y trabajar con referentes sociales y políticos. Suma gente porque prende en la sociedad y es más tangible que otros temas: pedir el matrimonio es hablar de la familia, los hijos, la herencia, la obra social, el permiso en el trabajo...
Sí, quieren (y querrán)
Que por todo el país hayan aparecido parejas con ganas de formalizar trajo un correlato tal vez inesperado. Lógicamente, no todos los novios ni todas las novias viven en los mismos lugares ni cuentan las mismas historias. Tampoco tienen las mismas edades, ni dan los mismos motivos a la hora de contar por qué quieren casarse. Son justamente esas diferencias las que permiten trazar perfiles, en algún sentido, generacionales, que a su vez hablan de distintas militancias y definiciones políticas, tanto como de la diversidad que alberga el propio movimiento LGTB argentino.
En los últimos meses, la campaña de la Falgtb creció fuertemente a través de Internet. El tráfico de correos electrónicos fluctuó al ritmo de la aparición del tema en los medios: cuando se debatieron los proyectos en el plenario de comisiones de Diputados, llegaron cuatro mil mensajes en apoyo al cambio de ley y alrededor de treinta para oponerse; con números más discretos, la reacción se repetía con cada aparición pública de Freyre y Di Bello. La tarea también pasó por aprovechar la vidriera que suponen algunos sitios (como www.elmismo amor.org, que articula los proyectos de ley presentados y releva quiénes, en el ámbito político, se han manifestado a favor o en contra de ellos), y ante todo la dinámica viral y en perpetuo movimiento de las redes sociales. El grupo de Facebook “Yo estoy a favor de la legalización del matrimonio gay”, que cuenta con 35.000 adherentes, sirve para difundir actividades, proponer debates e impulsar acciones (como la de alentar el envío de correos de felicitación a la gobernadora Ríos, o a diputados y senadores para que traten los proyectos de ley de matrimonio). Esas plataformas virtuales, por un lado, acercaron a las práctica militante a personas que carecían de contacto (y hasta conocimiento) con ellas, al tiempo que les brindó herramientas y las puso en conexión entre sí y con organizaciones. Paulón señala que, por ejemplo desde algunas ciudades del interior (Mendoza, San Luis, Río Gallegos), fueron llegando mails de parejas que no se conocían y que, advertidas por la Falgtb de las otras, se pusieron en contacto y ahora mismo están dándose organización para ganar visibilidad.
En promedio, los gays y las lesbianas que se acercaron a la Falgtb Internet mediante tienen entre 30 y 35 años. También “hay pedidos de personas mayores, que ya agotaron las instancias administrativas de declaración sumaria, o que ya tienen hechos los testamentos cruzados, que es algo para asegurar que uno pueda heredar al otro”. Vale decir que distintos perfiles implican, a su vez, diferentes necesidades. “Hay distintas situaciones para querer legalizar”, analiza Paulón. Mientras que las parejas compuestas por personas mayores hacen foco en la regulación de bienes, necesidades administrativas y beneficios sociales y por eso hacen eje en la visibilidad, las más jóvenes “simplemente plantean que es un derecho que les corresponde”. En todos los casos, se trata de parejas cuyo entorno familiar y de amigos conoce y respeta como tales, “lo tienen resuelto”. En el interior, los padres de una pareja de varones, de 25 y 26 años, “que están enamoradísimos, muertos de amor”, están preparando la fiesta de casamiento desde ahora.
Paso a paso
Legalmente, en Argentina nada impide la celebración de matrimonios entre personas del mismo sexo. El Código Civil no explicita la heterosexualidad como requisito para casarse, por lo que impedir las bodas entre mujeres o entre varones es inconstitucional. Lo que se esgrime para impedir los casamientos “es una interpretación que se hace” del texto legal, explica la abogada Von Opiela, quien insiste en que esa perspectiva es “claramente inconstitucional”. Ese, precisamente, es el argumento del que se sirvió para batallar judicialmente por el casamiento de Freyre y Di Bello, y también el que sustenta los amparos presentados por parejas en todo el país: Martín y Nicolás y María y Estela en Rosario; la de Juan Carlos y su novio en Santa Fe capital, Rafaela y Cristina en Wheelwright (ver aparte), Javier y Juan en Córdoba, Jorge y Oscar en San Luis...
En el futuro inmediato, dice Paulón, “se empiezan a derribar los armarios”, porque la ley será sólo un punto de partida que los activistas de la Falgtb se propusieron como meta hace tres años. “Empieza la lucha por la igualdad, por la visibilidad. Como pasó en España después de que sancionaran la ley de matrimonio para todos y todas, acá van a salir del armario jueces, juezas, diputados, diputadas...”

Con vistas a la Corte
Por Emilio Ruchansky

¿Existe alguna forma de anular el primer matrimonio homosexual de Latinoamérica? La duda, la sola posibilidad, carcome los sueños de José María Di Bello y su flamante esposo Alex Freyre, luego de esa audaz movida que hicieron para casarse en la austral isla de Tierra del Fuego la semana pasada. “Sabemos que van a intentar anular nuestro matrimonio y estamos preparados para eso, la maldad no tiene límites”, dijo uno de los maridos. También sus abogados están expectantes a la reacción de los mismos dinosaurios que lograron frenar la boda a principios de diciembre, tras montar una lluvia de amparos. Ya dieron el primer paso en este sentido. Jorge Rizzo, del Colegio Público de Abogados porteños, incitó a las autoridades legislativas a enjuiciar políticamente a Fabiana Ríos, la gobernadora fueguina, por firmar un decreto que autorizó la boda. Y un abogado ultracatólico y vinculado con el nacionalismo de Cabildo ya presentó un recurso ante la Cámara Civil para que se declare nulo el acto de Ushuaia.
Esta primera objeción de Rizzo se basa en la supuesta intromisión del Poder Ejecutivo provincial por la que “se estaría produciendo un nuevo avasallamiento a la majestad de la Justicia y a las facultades exclusivas y excluyentes del Poder Judicial”. Vale aclarar que este Colegio de Abogados no es un enemigo ácerrimo del matrimonio entre personas del mismo sexo, las “desinteresadas” opiniones de su titular sobre el tema son publicadas en blogs y no representan necesariamente las ideas de los casi más de 50 mil abogados que constan en su padrón. Cosa que sí ocurre con el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, más reducido (tiene sólo 1500 afiliados) y de tinte ultraconservador.
También hay una muy activa Corporación de Abogados Caólicos, el brazo armado (de plumas) que estuvo detrás de la mencionada lluvia de amparos, que logró frenar la boda en Capital Federal. En aquella ocasión se pidió la nulidad del fallo de la jueza Gabriela Seijas y un día antes de que Freyre y Di Bello lo lograran, la magistrada Martha Gómez Alsina, al frente del Juzgado Nacional en lo Civil 85, ordenó al Registro Civil de Barrio Norte que suspendiera la ceremonia, lo mismo que hizo luego la Cámara Nacional en lo Civil.
El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, prefirió acatar estos últimos fallos. Sin embargo, para salvaguardar la imagen “progre” que consiguió al permitir el casamiento no bien salió el fallo de Seijas, dijo que en verdad estaba a favor de realizar la boda pero prefería que fuera la Corte Suprema la que indicara qué fallo debía acatar el Registro Civil a su cargo. Distinta fue la postura de Ríos, que decidió, como indicó en su decreto y expresó luego a este diario, que el fallo de Seijas está fundado “en la normativa vigente en materia de derechos humanos, garantizando el derecho a la igualdad de los recurrentes”.
La secretaria de Legal y Técnica de la isla, Eleonora De Maio, quien estuvo detrás del armado del decreto de la gobernadora Ríos, sostiene que no hubo intromisión del Ejecutivo ni del Poder Judicial ni el Legislativo. “Lo que dice Rizzo no tiene sustento –se atajó la abogada–, no nos arrogamos las facultades de otros poderes, simplemente hicimos cumplir una sentencia firme, la de la jueza Seijas. Lo que pasó después fue aberrante: una jueza de la Justicia nacional, que no es superior a Seijas sino una par de otro foro, ordenó suspender el matrimonio. ¡Y la medida cautelar salió en un día!”
De momento, en Tierra del Fuego, según dejó entrever, no hubo mayores movimientos para anular el casamiento. Sólo algunas amenazas a través de las radios y canales locales, muchas de ellas provenientes del abogado Jano de la Riva, un conservador que ya adelantó que va a denunciar penalmente a la gobernadora por “comisión de delito en el desempeño de sus funciones”. Este abogado opina que la mandataria actuó de forma “clandestina” para casar a la pareja. “De todas formas es difícil que alguien se anime a discutir la igualdad de derechos”, dice De Maio al respecto. Y agrega: “Lo que hicimos fue absolutamente prolijo y en todo momento se respetó el derecho procesal”.
Mientras tanto, el conservador Colegio de Abogados fueguino, uno de los pocos si no el único en todo el país que no brinda asistencia gratuita, sigue reteniendo el trámite de su matrícula. “Una chiquilinada porque no tiene nada que ver con el fondo de la cuestión, ellos critican mi actuación porque no tenía la matrícula, pero son ellos los que no me la están dando”, comenta De Maio, que trabaja hace sólo ocho meses en la isla, adonde llegó luego de ejercer su profesión en los tribunales porteños. Desde allí la llamaron para felicitarla varios jueces que la conocían.
La fortaleza del decreto que firmó Ríos, según comenta una asesora del Instituto contra la Discriminación, es que se basa en la valoración de las leyes de fondo (las del Código Civil), que declara inconstitucional el fallo de Seijas, aunque se apliquen sólo al caso de la pareja que se casó. “Sabemos que la contra es muy creativa, pero también muy irracional, de hecho muchos de los abogados católicos que repartieron amparos por todas partes podían ser sancionados por el mal desempeño de su profesión. Si quieren bloquear el casamiento tiene que posicionarse como parte del caso con un interés legítimo y no creo que pueda demostrarlo”, asegura esta abogada.
María Rachid, titular de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans también habla del tema sin mostrar mucha preocupación. “Los que están en contra pueden hacer una presentación de nulidad del casamiento, pero nosotros vamos a apelar todas las presentaciones que hagan –dice la activista–. Esto quiere decir que no va a quedar firme cualquier decisión judicial contraria al casamiento. Si siguen insistiendo el caso llegará a la Corte Suprema de Justicia de la Nación y no creo que la Corte, con la composición actual, lo anule.” Para Rachid había que consumar el matrimonio “como fuera” porque su sola existencia complica cualquier estrategia contraria: “Ahora es más difícil que nos hagan retroceder”.

Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-137981-2010-01-04.html