Matuba Mahlatjie es africano, homosexual y tiene un marido: tiene la suerte de vivir en Sudáfrica, un enclave liberal en un continente donde la norma es más bien la represión de los homosexuales.
"En mi familia, siempre me sentí bien y nunca tuve que esconderme", relata Matuba, que proclama en su página personal en internet: "Estoy orgulloso de ser homo".
Una posición que es posible por la Constitución sudafricana, adoptada hace dos años después de las primeras elecciones multirraciales de 1994, que prohíbe toda discriminación por criterios de orientación sexual.
El país legalizó en 2006 las uniones entre personas del mismo sexo y todos los años carnavales homosexuales animan las calles de Johannesburgo y de Ciudad del Cabo, localidades muy apreciadas por la comunidad homosexual por sus cabarets y bares reservados.
A unos miles de kilómetros de allí, en Malaui, una pareja de homosexuales está encarcelada desde hace más de una semana, por haber proclamado abiertamente su homosexualidad durante una ceremonia pública, para simbolizar su "matrimonio".
Acusados por "atentado a la moral", los primeros cónyuges homosexuales" de ese pequeño país conservador siguen detenidos porque, según el juez, ponerlos en libertad sería peligroso "para su seguridad".
Su caso está lejos de ser el único en el continente, donde 38 de los 53 Estados tienen leyes penalizando la homosexualidad. Y la tendencia es acrecentar la represión, como en Burundi, que acaba de crear una pena de prisión para castigar las relaciones entre personas del mismo sexo.
En Uganda, donde ya se puede condenar a los homosexuales a la reclusión perpetua, un polémico proyecto de ley prevé la pena de muerte en ciertos casos, para reprimir "la promoción de la homosexualidad" y para alentar la delación.
Hace unos quince años, el presidente de Zimbabue abrió una caja de Pandora cuando declaró que los homosexuales son "peores que los perros y los cerdos", estimó Scott Long, especialista de las cuestiones sobre la homosexualidad para la asociación Human Right Watch.
El líder zimbabuense ha aumentado los ataques homófobos para "desviar la atención de la crisis política y económica en su país", estimó Long. "Esta estrategia tuvo gran éxito y permitió reunir a grupos muy diferentes".
Otros dirigentes han seguido el mismo camino, como en Nigeria, donde la homofobia es un curioso factor de unidad entre el Norte musulmán (donde la homosexualidad es pasible de la pena de muerte) y el Sur cristiano, destacó el militante.
En comparación, Sudáfrica aparece como un oasis de tolerancia en todo el continente. Sin embargo, si el sistema legal protege los derechos de los homosexuales, las mentalidades no siempre van en acuerdo, estimó Matuba Mahlatjie, recordando que "siempre hay crímenes de odio cometidos contra gays y lesbianas".
La homofobia llega a todas las comunidades, recordó: "Se pueden encontrar blancos que son rechazados por su familia porque son homosexuales y lesbianas negras que son violadas y asesinadas por sus vecinos en una tentativa de 'curarlas'".
La ambigüedad aparece en el más alto nivel del Estado: en 2006, los diputados habían sido obligados a adoptar la ley sobre el matrimonio homosexual por la Corte Constitucional, la más alta instancia judicial del país.
En la época, Jacob Zuma -que después fue presidente del país- debió pedir disculpas por haber declarado que los matrimonios homosexuales eran "una vergüenza para la Nación y para Dios".
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