DPA - 27 de octubre de 2009
Hace una semana, los keniatas Daniel Chege Gichia, de 39 años, y Charles Ngengi, de 40, se juraron amor y fidelidad ante el registro civil londinense, sin saber las consecuencias del acto en su país de origen.
Ambos son aparentemente la primera pareja gay casada de ese país africano. Tras la difusión de la noticia, las primeras reacciones fueron mayormente hostiles. Son "una vergüenza para nuestro país", según un oyente de una radio. En cartas al director y foros de Internet se dijo que ambos habrían manchado el buen nombre de sus familias, violado mandamientos divinos y las costumbres africanas.
En Gathiru, el pueblo natal de Daniel Chege Gichia, la familia está expuesta a la vergüenza pública. Dos de sus hermanos fueron amenazados y se les instó a abandonar la aldea. "El hombre viejo ya no es el mismo y la madre teme las visitas", afirma una vecina en el diario Daily Nation sobre los progenitores.
Gichia Muchira, un tío, se muestra irreconciliable. "Lo que hizo el muchacho arruinó el nombre de la familia para siempre", lamentó.
En Kenia, al igual que en la mayoría de los países africanos, la homosexualidad abierta es ilegal. Aunque en las grandes urbes hay cada vez más gays y lesbianas que salen de las sombras y defienden su sexualidad, salir del armario sigue estando vinculado a problemas como el quiebre de amistad, la destrucción de la familia, una posible pérdida del trabajo y el rechazo social.
Hace poco semanas llegó a los titulares el caso de un parlamentario keniata, que recogió a su hijo recién titulado en el aeropuerto de Nairobi. Cuando su hijo apareció maquillado, vestido de mujer y acompañado de un amante, el legislador lo rechazó y huyó. No debió temer ser tildado de padre malo y sin corazón. Al contrario. Muchos le mostraron comprensión y simpatía.
La idea de una comunidad homosexual legal en Kenia es calificada de atea, "no africana y culturalmente inaceptable" por el arzobispo anglicano Eliud Wabukala.
"No podemos permitir una legalización en Kenia, porque aquellos que lo aceptan no están bien de la cabeza", coincidió Abdullahi Abdi, del Foro de Líderes Musulmanes. Incluso allí donde no son odiados abiertamente, los homosexuales son calificados de "enfermos" o "anormales".
Kenia no es una excepción en África. En Uganda el Parlamento debate una ley para castigar con hasta siete años de cárcel la "propagación" de homosexualidad, incluida la difusión de información científica.
La ley fomenta la denuncia de gays, lesbianas y bisexuales, y castiga la posesión de información de orientación sexual "divergente". Algunos legisladores incluso pidieron la pena de muerte para homosexuales.
Aunque en Sudáfrica las comunidades homosexuales son permitidas, grupos femeninos denuncian la violencia sexual que sufren lesbianas que son violadas para "normalizarlas". En Gambia, el presidente Yahya Jammeh pidió el año pasado a los homosexuales abandonar el país, ya que de lo contrario les "cortaría la cabeza" personalmente.
Hace una semana, los keniatas Daniel Chege Gichia, de 39 años, y Charles Ngengi, de 40, se juraron amor y fidelidad ante el registro civil londinense, sin saber las consecuencias del acto en su país de origen.
Ambos son aparentemente la primera pareja gay casada de ese país africano. Tras la difusión de la noticia, las primeras reacciones fueron mayormente hostiles. Son "una vergüenza para nuestro país", según un oyente de una radio. En cartas al director y foros de Internet se dijo que ambos habrían manchado el buen nombre de sus familias, violado mandamientos divinos y las costumbres africanas.
En Gathiru, el pueblo natal de Daniel Chege Gichia, la familia está expuesta a la vergüenza pública. Dos de sus hermanos fueron amenazados y se les instó a abandonar la aldea. "El hombre viejo ya no es el mismo y la madre teme las visitas", afirma una vecina en el diario Daily Nation sobre los progenitores.
Gichia Muchira, un tío, se muestra irreconciliable. "Lo que hizo el muchacho arruinó el nombre de la familia para siempre", lamentó.
En Kenia, al igual que en la mayoría de los países africanos, la homosexualidad abierta es ilegal. Aunque en las grandes urbes hay cada vez más gays y lesbianas que salen de las sombras y defienden su sexualidad, salir del armario sigue estando vinculado a problemas como el quiebre de amistad, la destrucción de la familia, una posible pérdida del trabajo y el rechazo social.
Hace poco semanas llegó a los titulares el caso de un parlamentario keniata, que recogió a su hijo recién titulado en el aeropuerto de Nairobi. Cuando su hijo apareció maquillado, vestido de mujer y acompañado de un amante, el legislador lo rechazó y huyó. No debió temer ser tildado de padre malo y sin corazón. Al contrario. Muchos le mostraron comprensión y simpatía.
La idea de una comunidad homosexual legal en Kenia es calificada de atea, "no africana y culturalmente inaceptable" por el arzobispo anglicano Eliud Wabukala.
"No podemos permitir una legalización en Kenia, porque aquellos que lo aceptan no están bien de la cabeza", coincidió Abdullahi Abdi, del Foro de Líderes Musulmanes. Incluso allí donde no son odiados abiertamente, los homosexuales son calificados de "enfermos" o "anormales".
Kenia no es una excepción en África. En Uganda el Parlamento debate una ley para castigar con hasta siete años de cárcel la "propagación" de homosexualidad, incluida la difusión de información científica.
La ley fomenta la denuncia de gays, lesbianas y bisexuales, y castiga la posesión de información de orientación sexual "divergente". Algunos legisladores incluso pidieron la pena de muerte para homosexuales.
Aunque en Sudáfrica las comunidades homosexuales son permitidas, grupos femeninos denuncian la violencia sexual que sufren lesbianas que son violadas para "normalizarlas". En Gambia, el presidente Yahya Jammeh pidió el año pasado a los homosexuales abandonar el país, ya que de lo contrario les "cortaría la cabeza" personalmente.
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